Juanjo Vergara es docente, especialista en innovación educativa y metodologías activas. Presidente del Laboratorio de Innovación educativa (www.labine.org). Compatibiliza la docencia directa con la formación de equipos de docentes. Es autor de libros como “Aprendo porque quiero. El aprendizaje basado en proyectos paso a paso”, “Narrar el aprendizaje. La fuerza del relato en el aprendizaje basado en proyectos” y “Herramientas para la educación formal y no formal: El enfoque de proyectos”, entre otros. Hablamos con él sobre su experiencia con el Aprendizaje Basado en Proyectos y otras cuestiones.
Antes de nada, quisiéramos saber, como docente, cómo ha afectado a tu labor la crisis del coronavirus.
El 6 de febrero celebrábamos en la Cineteca (Matadero-Madrid) el estreno del documental “Dentro del péndulo” -dirigida por Bruno Costa y Andrés Márquez y en colaboración con el IES Garci de Alcobendas- que recogía una estancia formativa a la que llevo una década dedicado: “El péndulo de Ifoulou”.
Poco después viajábamos -por tercera vez- a India con un grupo de educadores/as en formación para visitar e intervenir en escuelas del proyecto Desing for Change de Kiram Bir Sethi, las casas de acogida para niños y niñas de la calle en Delhi o las escuelas de Jhajjar de Don Bosco con niños y niñas objeto del trabajo infantil en las Bhattas (ladrilleras) del país.
En los siguientes meses teníamos previsto viajar con un grupo a Toledo para desarrollar actividades de educación no formal y poco después a realizar otra estancia formativa en el proyecto “pueblo escuela” en Extremadura. Sin embargo, esto no fue posible. Habrá que dejarlo para más adelante.
¿Cuál es la situación actual?
Debimos confinarnos -como todo el planeta- y comenzar una escalada de trabajo en casa. A partir de ahí todo ha sido distinto para mí. Por un lado, la apuesta de que solo es posible educar para la vida viviendo, se realiza desde el ordenador. Por otro, se multiplican las iniciativas para colaborar -por escrito o videoconferencia- en foros sobre innovación, formaciones a equipos docentes que saben que el modelo educativo actual no responde a las urgencias que habitamos en el siglo XXI. Reflexiones sobre las necesidades de la educación y el sueño con un modelo de desarrollo educativo -humano- radicalmente distinto.
Sin embargo, el cambio más importante ha sido comprobar que el centro está en el cuidado de los mayores de mi familia, mi hija y atender a los mensajes desanimados de alumnado que necesita de toda la energía que pueda darles.
¿Cuál es la mejor forma de enseñar ante esta situación?
La buena educación no es la que invita a acumular contenidos y reproducirlos al servicio de la producción indiscriminada. La buena educación es la que invita a mirar la realidad y decidir acciones éticas con relación a ella.
La mirada es el ejercicio educativo más interesante de desarrollar en el escenario que habitamos. Y esto es posible en este contexto en el que vivimos.
Hace poco alertaba -en un pequeño artículo de opinión– de realidades que se hacen más visibles que nunca en esta situación de pandemia. Acababa diciendo que la pandemia de nuestro mundo no es solo el covid-19: lo es la desigualdad y la injusticia. Creo que esta es la forma adecuada de educar. La reproducción, la competitividad o el desarrollo irrespetuoso con el planeta y la diversidad de las personas que lo habitamos solo son los tumores de la educación actual. Situaciones de crisis como esta lo hacen visible y urgente.
Es urgente que la educación comience a dar prioridad a lo que es importante enseñar y lo haga compatible con la carrera de competitividad, acumulación y consumo de bienes, trabajos, relaciones y salud medioambiental.
Eres un experto en ABP, ¿qué destacarías de esta metodología?
La primera, que no creo que sea una “metodología”. Si así lo fuera, no me interesaría especialmente. Una metodología es una “receta”, una hoja de ruta que explica, de forma precisa, los pasos que hay que dar para llegar a un resultado predeterminado. Me gusta mucho más el concepto de “método”.
Un método -tal como lo describe Morín- tiene que ver con la elaboración de una “estrategia”. Es un marco de pensamiento que podemos compartir entre los docentes para adecuar las experiencias de aprendizaje que presentamos a nuestras comunidades con algunas características que se dirigen al desarrollo de competencias que buscan construir miradas comprometidas con la realidad. Pero haciéndolo desde el respeto más absoluto a una certeza innegable: el experto en cada aula es el docente que la habita.
¿Cuál es la mejor forma de aplicarlo?
Nadie mejor que cada equipo docente para poder responder a esta pregunta. Pero algunas cosas sí sabemos. Por ejemplo, que aprendemos mejor juntos que en solitario. Es necesario crear espacios de colaboración. Tanto entre el alumnado como en el profesorado.
Aprendemos para responder a necesidades concretas y por lo tanto el diseño del aprendizaje debe centrarse en los intereses concretos de quienes aprenden.
Sabemos que aprender es un acto global. No solo es fundamental la razón. También necesita comprometer las emociones o el actuar.
El aprendizaje es algo que sucede durante todas las horas del día. Los 365 días del año y en todos los escenarios que el aprendiz habita. Es necesario dejar de hablar de escuelas que educan y comenzar a comprometerse con la idea de que quien educa es la comunidad en conjunto.
Sabemos que la evaluación debe de ser un simple acto de etiquetado. La evaluación debe entenderse como un proceso de reflexión que invita al alumno a aprender fruto de cómo piensa aquello que ha vivido.
Sabemos que aprender es una aventura y no la “cesta de la compra”. Una aventura en la que el alumno se sumerge tras la provocación y la complicidad que protagonizan sus docentes.
Y también que, en este escenario, el papel del docente debe cambiar. Debe dejar de ser quien dice todas y cada una de las cosas que el alumno debe hacer, para convertirse en un provocador de experiencias. También quien acompaña el aprendizaje y lo facilita.
¿Qué herramientas se necesitan?
Como te comentaba antes, creo que el experto en el aula es el docente que la habita. Por tanto, no se trata tanto de entrar en una carrera sin solución que lleva a aprender nuevas herramientas. De lo que se trata es de hacer que las que cada cual conoce, sirvan para lo que es más importante en el aprendizaje.
¿Cómo debe ser la evaluación?
La evaluación debe dejar de ser solamente un ejercicio de rendición de cuentas para pasar a una rutina continua que permite la reflexión y el aprendizaje sobre todo aquello que el alumno (y los docentes) viven.
Creo importante dejar de centrar la atención en los instrumentos y pasar a discutir sobre las rutinas de evaluación. Estas son las que obligarán a los alumnos a hacerse determinadas preguntas que convertirán el aprendizaje en algo útil: ¿Qué he aprendido? / ¿Dónde puedo verlo en la realidad? / ¿Cómo me ayuda a comprenderla mejor? / ¿Qué decido hacer con ello?
¿Qué resultados se observan en los alumnos tras la implementación del Aprendizaje Basado en Proyectos?
El resultado esperado, en el alumnado que aprende desde el marco de proyectos, es que no solo adquiera aquellas habilidades puramente técnicas que le hacen experto en determinados saberes. También que adquiera las competencias necesarias para mirar la realidad desde una óptica crítica, ética y creativa. Y, por supuesto, que sea capaz de tomar decisiones (vitales, sociales, profesionales y comunitarias) comprometidas con esa mirada.
Eres presidente de LABinE (LABoratorio de Innovación Educativa). ¿Cuáles son vuestros objetivos?
La educación no es solo tarea de las instituciones educativas formales. Todo lo que allí sucede es importante, pero es necesario generar espacios de formación, experiencias de relación, creación de redes profesionales basadas en la innovación, el intercambio y la generosidad. También desarrollar la idea de que la educación debe servir para comprometer a los aprendices -y a la sociedad en su conjunto- con unos valores centrados en la justicia social, el respeto a las personas, el planeta y no el colapso.
Con esta idea surge el Laboratorio de Innovación Educativa (LABinE) y se han elaborado las distintas líneas de actuación que buscan apoyar la formación de docentes comprometidos con la idea de que la innovación debe estar asociada al cambio escolar.
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