David Bueno, profesor e investigador de genética de la Universidad de Barcelona y divulgador científico, acaba de publicar el libro ‘Neurociencia para educadores’ (Neurociència per a educadors, Rosa Sensat ). Hablamos con él para saber más sobre el papel de la neurociencia en la educación.
¿Por qué deberían los profesores leer ‘Neurociencia para educadores’?
Proporciona un marco conceptual de cómo funciona el cerebro, no sólo de los alumnos, sino también del nuestro como docentes, que nos puede ayudar a pensar sobre cómo estamos aplicando nuestras pedagogías en el aula y si concuerdan con la forma que tiene de funcionar el cerebro o no. Es una primer paso para optimizar nuestra función pedagógica y educativa.
¿Qué encontrarán en él?
Encontrarán una descripción sin tecnicismos sobre cómo se desarrolla el cerebro desde el nacimiento (incluso antes), hasta superada la adolescencia, qué conexiones se van haciendo y cómo esto influye no solo en la manera de comunicarnos con los alumnos, sino también qué contenidos el cerebro va a recibir como más útiles en cada etapa.
Lo que el cerebro percibe como más útil es lo que después va a almacenar mejor en la memoria y va a poder usar de mejor manera.
Conocer qué es lo que el cerebro busca en la sociedad, en los compañeros, en los profesores y en su entorno también nos va a dar claves sobre qué debemos ofrecer en el aula y en cualquier proceso educativo para que el cerebro pueda incorporarlo.
¿Y qué es lo que busca el cerebro por lo general?
Hay dos rasgos comunes y universales: las emociones y la sociabilidad. El cerebro valora como más importante todo aquello que tenga un contenido emocional y también busca integrarse en un grupo, por lo que cualquier aprendizaje que tenga un contexto social, el cerebro también lo interpretará como importante. Así que cualquier proceso educativo debe contemplar los aspectos emotivos y sociales.
¿Qué papel juegan las emociones en el aprendizaje?
Son unos patrones de reacción inconscientes que se manifiestan cuando percibimos algún cambio en nuestro entorno y son claves para la supervivencia. Sin emociones no sobreviviríamos. Cualquier aprendizaje que vaya asociado a una emoción (alegría, placer, sorpresa…), el cerebro lo interpreta como clave para su supervivencia y lo adquiere mejor. Pero es un arma de doble filo, porque también hay emociones como el miedo y no es lo mismo utilizar el miedo en los procesos de aprendizaje que utilizar el placer o la sorpresa. A través del miedo se puede aprender, porque es una emoción muy poderosa, el problema es que el cerebro asocia aprender a miedo y merma la calidad del aprendizaje, porque a nadie le gusta tener miedo. Además, cuando ya no existe la obligación de aprender, la persona no quiere seguir aprendiendo porque lo asocia a una sensación desagradable, la del miedo.
Entonces, ¿qué metodología deberían usar los profesores para que los alumnos aprendan bien todo lo necesario?
Hacer unos aprendizajes tan contextualizados como sea posible, es decir, integrar cualquier cosa que estemos explicando con el entorno. De esta forma el cerebro lo interpreta como algo más útil de lo que sería sin ese contexto.
Los aprendizajes también deben ser transversales. Cuantas más zonas del cerebro se activan mejor aprendemos cualquier contenido o cualquier actitud. Hay que mezclar. Usar el arte, la música… Son procesos que generan placer y emociones positivas.
También hay que estar muy pendientes para prevenir y evitar situaciones desagradables porque pueden generar emociones negativas que se acaban asociando a los aprendizajes.
En alguna ocasión ha comentado que los estudios en neurociencia influirán en cómo se forman los profesores. ¿Qué cambios cree que se deberían aplicar en este sentido?
No son cambios radicales ni revolucionarios. La ciencia nos explica cómo funciona el cerebro, pero el puente entre la neurociencia y la práctica diaria en el aula sigue siendo de la pedagogía.
Lo que sí deben saber los profesores es cómo funciona el cerebro de sus alumnos para que vean cómo muchos de los procesos pedagógicos que ya se están explicando ahora, no se explican porque sí, sino porque el cerebro funciona de una manera determinada y es la forma que tiene de captar mejor nuestros mensajes. Otros procesos quizás haya que erradicarlos porque no se ajustan al funcionamiento normal del cerebro.
La nuestra es una sociedad que adolece de estrés, incluso entre los más pequeños, saturados de información, actividades, etc. ¿Cómo afecta el estrés al aprendizaje?
El estrés es el enemigo número uno de cualquier proceso cerebral y especialmente en el aprendizaje. No hablamos de estrés puntual, sino del crónico. El puntual es imprescindible, porque no es nada más que un aporte extra de energía y un incremento focalizado de atención para solucionar algún problema que se nos presenta. El problema se presenta cuando es crónico y el cuerpo vive con una sensación constante de peligro y de amenaza a su alrededor. Eso hace que el cerebro, en lugar de estar abierto a cualquier aprendizaje, se cierre, se focalice en el sujeto de esa posible amenaza que puede ser real o, generalmente, ficticia. En consecuencia, no puede incorporar bien los aprendizajes o los incorpora asociados a una amenaza que por lo general irá asociada a emociones negativas como el miedo o la ira.
¿Qué futuro cree que tendrá la neurociencia en el campo de la educación?
Creo que será clave, lo cual no quiere decir que vaya a reemplazar todo lo que se está haciendo. Clave quiere decir que va aportar un elemento que nos ayudará a perfilar todavía más nuestras estrategias educativas. Y tan importante como esto es no tener deseos de volver a estrategias anteriores. Me pone los pelos de punta ver currículums que intentan bandear asignaturas como Música o Plástica en Primaria y disminuirlas asegurando que lo importante es aprender a leer y a sumar. Sí es importante leer y sumar, pero la música, las artes, la psicomotricidad… Todo esto da una activación al cerebro que justamente facilita incorporar los demás conocimientos.
Creo que será clave para seguir avanzando y no dar marcha atrás en todo lo que se ha avanzado en pedagogía.
David Bueno elige la ‘Agenda 16 meses’, «ya que normalmente las agendas son de 12 meses (por años naturales o académicos), pero a menudo hay que hacer anotaciones a más largo plazo, y entonces no encuentras el mes que toca».
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2 comentarios
necesitaría contactar con D. David Bueno.Tenemos muchos problemas con niños con diversidad funcional en las aulas
Buenos días M.Jesús. Puedes contactar con David Bueno mediante correo electrónico a dbueno@ub.edu ¡Saludos!