Norbert Monfort es psicólogo, experto en management y profesor de ESADE. Acaba de publicar el libro “Próxima parada”, en el que presenta herramientas para abordar los grandes desafíos que plantea un entorno de cambio educativo. Considera que es necesario un cambio de paradigma para educar a las nuevas generaciones.
¿Cómo son las nuevas generaciones? ¿En qué se diferencian los niños de hoy con los de hace 20 años?
Toda la vida el profesor ha sido un “pastor de ovejas”. Las ovejas son disciplinadas, educadas, respetuosas, sumisas… Les dices “vamos” y vienen. Y si alguna no viene, el pastor deja ir al perro. No me quejo de ese modelo, porque tampoco nos has ido tan mal. Pero ha sido por el perfil de alumno que había.
¿Y ahora qué perfil de alumno hay?
Hoy en día un profesor tiene que ser un “pastor de gatos”. El gato es anárquico, indisciplinado, autónomo… El gato solo viene cuando él cree que lo necesita.
Eso implica el concepto de que la educación es servicio y el maestro está para servir, para crear un entorno de confianza para que ese “gato” dé lo máximo. Hay que crear entornos en los cuales los alumnos puedan autodesarrollarse. El gran cambio es pasar de pastorear ovejas a pastorear gatos.
Pero el profesor sigue siendo “el pastor”…
Si uno tiene un gato en su casa entiende su idiosincrasia, su forma de ser, pero no le permite que se mee en el sofá. Es decir, hay límites, no todo vale. El maestro tiene que ser un poco más flexible en los patrones, pero el alumno tampoco puede entenderlo como una anarquía. La clave del éxito es que el maestro junto con el alumnado co-cree, conjuntamente, las normas y pautas para funcionar correctamente dentro del aula.
En su opinión, los profesores deberían crear las ganas de esforzarse a los alumnos. ¿Cómo se consigue eso? ¿Cómo se suscita el esfuerzo?
Hay que crear entornos atractivos, que provoquen compromiso. Cualquier maestro debe ser un stroyteller, un contador de historias. Por ejemplo, las series te provocan adicción, engagement y compromiso porque te crean las ganas de querer más. Imagínate que un profesor fuera capaz de crear esa sensación al final de una clase. Es decir, que los alumnos, en lugar de estar deseando el final de la clase, quisieran seguir con ella cuando se acaba. Hay que ser un contador de historias teniendo en cuenta que hoy en día los alumnos tienen los contenidos a un click en su smartphone. No hay que meter teoría y conceptos hard en el aula. El aula tiene que ser un lugar de experiencias, de vivencias y de compartir.
Es decir, un profesor debe trabajar sus habilidades comunicativas.
El profesor debe ser un gran comunicador, pero ahora en lugar de comunicar contenidos, debe comunicar situaciones vivenciales. Un aula no es solo un espacio de cocimientos, sino también de experiencias. En “Próxima parada” explico que hay muchas herramientas del mundo de la empresa que les pueden servir a los profesores, porque al final un profesor tiene que ser un conductor de equipos; tiene que saber liderar, gestionar conflictos, tiene que ser persuasivo, saber comunicar… Tiene que trabajar muchas habilidades de comunicación sobre todo orientadas a crear situaciones vivenciales, no tanto marcos teóricos. Pero claro, esto implica un desaprendizaje.
¿Por qué dice que hay que desaprender?
La mayoría de maestros lo tenemos relativamente fácil con los alumnos, porque son como una hoja en blanco a la que tu vas añadiendo conceptos. El problema de la educación no está en el alumnado, sino en el profesorado. Tenemos que dejar de usar cosas que nos han ido bien en el pasado porque ahora tenemos otro tipo de alumnos. No se trata de cuestionar el pasado. El pasado puede haber sido fantástico. Pero tenemos que cambiar. Aprender conceptos nuevos es sencillo, pero desaprender modelos y conceptos que te han dado éxito es más complicado.
¿Qué hay que desaprender?
Por ejemplo, un profesor debe entender que no lleva la sesión unidireccionalmente, sino que es un guía más que un experto. Esto supone movilizar al aula más que dar contenidos. Otro gran desaprendizaje es dejar de valorar el silencio en el aula, porque el silencio significa que todos están de acuerdo con lo que tu dices. El conflicto es algo necesario para crecer. Un profesor debe ser un gestor de conflictos. O por ejemplo, no puedes usar la tecnología de la misma forma que usabas la pizarra. Si introducimos nuevas tecnologías en el aula debemos buscar nuevas metodologías. Ya que cambias el modelo de herramientas, debes cambiar el modelo pedagógico.
¿Cómo puede ayudar su libro, ‘Próxima parada’, a los profesores y directores a entender y aplicar estos cambios?
El libro está planteado en 12 estaciones, a las cuales puedes ir en la secuencia que quieras. Puedes hacerlo del inicio al final o en el orden que elijas. Al final es un viaje interactivo. En las diferentes paradas hay temas que deben tener en cuenta los directivos o maestros. Uso modelos conceptuales, storytelling, y herramientas transmedia (hay códigos QR para poder acceder a una charla TED, ver un fragmento de película, escuchar una canción…). Además hay una web en la que puedes conectar con foros de maestros o directores. El libro va más allá de la lectura; es auditivo, visual… Y te da muchas herramientas. Es un libro de trabajo.
La llamada cuarta revolución industrial amenaza muchos puestos de trabajo. Por eso muchos expertos consideran urgente un cambio de modelo educativo. ¿Usted también?
En 15 años cualquier persona que no aporte más valor del que aporta una máquina no tendrá trabajo (la robótica y la inteligencia artificial substituirá lo rutinario). Es dramático. Tenemos que preparar a las personas para el futuro y no para el pasado.
¿Cómo?
El gran cambio del modelo educativo está en la evaluación. Mientras sigamos evaluando a los chicos con los modelos de acceso a la universidad que tenemos y con las pruebas y exámenes que les hacemos estamos fomentando el conocimiento y la memoria, pero no las competencias. De ahí viene nuestro gran problema en los informes PISA. Necesitamos pasar a educar por competencias.
¿Quién debe liderar estos cambios?
El 90% de los cambios eficientes en el mundo parten de abajo a arriba. El que está en contacto con la problemática es el que tiene que hacer presión hacia arriba. Hay una competencia clave en este siglo que es la gestión de la influencia. Es decir, cómo cualquier persona que no tiene jerarquía debe influir en una jerarquía: cómo le persuades, cómo le vendes la idea… Requerimos gente valiente, que entienda que el conflicto es necesario y que sepa venderle a los de arriba las ideas. Porque además vivimos en un mundo que tiende a no tocar lo que funciona, pero a veces hay que avanzarse y no esperar a que las cosas vayan mal para actuar.
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