Elisenda Pallàs y Joost Scharrenberg son los responsables de Aulacorazon un espacio donde ofrecen formación sobre mindfulness infanto-juvenil a profesionales del ámbito de la educación. Hablamos con ellos para saber más sobre esta práctica y lo que puede aportar en la escuela.
¿Cómo definiríais el mindfulness?
Hay una definición muy académica que lo define como la conciencia que aparece cuando observas la realidad con la mente abierta a aceptarla tal y como es, sin ningún deseo de cambiarla, con curiosidad. En la vida diaria se traduciría, por ejemplo, en estar en lo que estás haciendo: que cuando los alumnos estén jugando en el patio, estén pendientes del juego, no preocupándose por el examen que van a tener después. Y cuando estén haciendo el examen, estar atentos a él y no pensando en lo que van a hacer cuando salgan del colegio. Porque en esos momentos, lo que está por venir no existe. Aunque la sociedad nos empuje a vivir muy rápido, proyectando al futuro, planificando todo, y con más tareas que tiempo para hacerlas. Eso nos pasa factura.
¿Qué beneficios puede aportar en la escuela?
Para alcanzar los objetivos de la práctica del mindfulness hay que desarrollar algunas cualidades y aptitudes: la atención, la pausa, la paciencia, la confianza, la curiosidad, la amabilidad y no juzgar. Todas ellas son cualidades que contribuyen al aprendizaje de cualquier materia.
Cuando somos conscientes de dónde estamos y qué estamos sintiendo y haciendo, sin pensar en lo que vendrá y sin anticiparnos, también somos capaces de saber cómo es el momento presente, de parar si es necesario y de encarar con más garantías los retos. Además, aprenderemos a ser amables con los demás y con nosotros mismos, que es muy importante para manejar la frustración.
Estamos hablando de crear un espíritu crítico, de darte cuenta de lo que ocurre para tomar acción, para posicionarte de una manera amable, de no confrontación.
También hemos observado que las dinámicas de las clases cambian. Por ejemplo, el acoso o las situaciones desagradables bajan exponencialmente. No solo mejora la parte cognitiva, que te ayuda en cualquier asignatura, sino que también ayuda a la parte relacional.
¿Creéis que el mindfulness debería ser una asignatura en los colegios?
En nuestra opinión, debería ser una práctica a la que pudieran acceder todos los alumnos, pero no necesariamente una asignatura. Sería un espacio de aprendizaje y de autoevaluación.
Dado que los ejes que se trabajan en mindfulness son el movimiento consciente del cuerpo (de sus limitaciones y sus dones), la atención y la concentración, además de las emociones y la conexión, hay distintas opciones para implementarlo. Una de ellas es el espacio de tutoría, que es muy agradecido, sobre todo en primaria, porque en esta etapa hay muchos espacios para estar con el tutor. También hay escuelas que lo hacen dentro de la asignatura de educación física o música.
Otra manera, mucho más sencilla, es ordenando pausas durante el día. A veces no es posible arañar una hora, pero siempre es posible empezar el día en silencio, por ejemplo con 10 minutos de respiración. O tomar 5 minutos de pausa al volver del recreo. La pausa es necesaria para tomar distancia de todos los pensamientos de nuestra cabeza y centrarnos en nuestro objetivo presente.
¿Quién debería impartirlo?
Depende del modelo que se siga. Pero quien lo imparta tiene que practicarlo. Mindfulness es una manera de estar en el mundo y es importante modelar las actitudes que antes hemos mencionado. Pueden ser los profesores o puede ser alguien externo que dé las pautas para practicarlo durante el curso.
¿A partir de qué edad se puede empezar a practicar?
Se puede hacer a partir de 4 años, ya que para practicar mindfulness necesitas tener la capacidad observar, de darte cuenta de lo que ocurre, poder describirlo y relacionarlo con la propia experiencia. A partir de ahí, cualquier edad es buena para practicarlo.
¿Qué tipo de recursos ofrecéis a los profesores y otros profesionales para que trabajen el mindfulness con niños y jóvenes?
Cuando trabajamos con niños, todos tienen un pequeño cuaderno donde reflejan todos los descubrimientos que van haciendo.
Hay ejercicios de distintos tipos, ligados a los tres ejes que hemos comentado. Por ejemplo, para el cuerpo trabajamos con yoga, estiramientos, danza… Observamos cómo es el movimiento de nuestro cuerpo, qué es tensar y destensar, se trabaja la relajación… Y también a respetarse entre ellos.
Para la atención y concentración trabajamos sobre todo a través de la meditación.
Para la parte emocional, aprendemos a reconocer las emociones en el cuerpo y cómo las expresamos a través de la conducta.
Y hay un hilo que une todas las partes, que es la amabilidad (contigo mismo y con los demás). En todo lo que haces puedes elegir ser amable.
¿Qué opiniones os hacen llegar los docentes que ya lo están aplicando?
Muchos nos dicen que todo va mejor y que las clases les cunden más cuando pueden practicar. E incluso cuando algo va mal, pueden mantener la calma. Pero el mindfulness no es una varita mágica para hacer que los niños se concentren y estén atentos. Aunque pasan cosas mágicas cuando se practica.
Es importante para el bienestar docente, pero es algo en lo que se debería implicar toda la comunidad del colegio.
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