Diego Martín Alonso es diplomado en Magisterio, licenciado en Pedagogía y doctor por la Universidad de Málaga. Forma parte del grupo de investigación “Evaluación e investigación educativa en Andalucía”. Es autor, junto a Nieves Blanco y Eduardo Sierra, del estudio ‘La presencia pedagógica en la construcción de la relación educativa. El caso de una maestra de Educación Primaria’, publicado recientemente.
El estudio da visibilidad a la importancia de la relación educativa. ¿Cómo la definen?
La relación es un encuentro entre dos personas. Un encuentro con unas cualidades particulares que lo convierten en educativo, y que hace que el adulto se convierta en docente y el niño o niña en estudiante. Esto es precisamente lo que abordamos en nuestra investigación; ¿qué hace que una relación sea educativa y no de otra naturaleza? Se trata una disposición del docente a la escucha y comprensión de las necesidades singulares de la criatura, de manera que le permita acompañarle en su proceso de crecimiento.
¿Qué peso tiene en la experiencia de enseñanza y de aprendizaje del alumno?
Desde muy diferentes tradiciones de investigación se llega a un lugar que es más o menos similar: somos en relación. Yo puedo decir que soy jugador de un deporte porque me vivo en relación con mis compañeros de equipo y mis rivales; o que soy andaluz porque comparto una misma cultura con otros que estaban antes que yo, sin ellos yo no sería andaluz; o puedo decir, por poner otro ejemplo, que soy profesor porque estoy en relación con mis alumnos y alumnas.
La identidad y el lugar que cada quien se construye en el mundo se construye en relación. No hay ninguna suerte de determinismo biológico. Y en especial, la mayor parte, se juega en las relaciones con nuestra familia y con los docentes que nos dejan huella.
Si preguntamos a cualquier adulto “¿recuerdas algún docente que te haya marcado?”, a todos se nos vienen al instante uno o dos docentes que nos enseñaron algo de nosotros mismos y cuya relación nos ha influido, de alguna manera, a estar donde estamos hoy, donde trabajamos o a tener las aficiones que tenemos. En definitiva, a ser quienes somos.
¿Qué hace que se recuerde mejor a unos maestros que a otros?
Cada quien va construyéndose una historia que le da sentido a lo vivido y a lo que hace en el momento presente: “yo nací allí”, “mi madre me decía tal cosa de pequeño”, “un día me pasó esto y por eso siempre lo hago de tal manera”, etc. Efectivamente, hay docentes que ocupan un lugar importante en nuestras historias, los recordamos y les damos un papel protagonista porque nos ayudaron a encontrar nuestra pasión, a superar algún miedo o a darnos cuenta de nuestras capacidades. Por eso los docentes que recordamos no son los que nos transmitieron mucha información sobre su asignatura, por muy bien que lo hicieran. Los docentes que recordamos son los que, con la mediación de los saberes de su asignatura, nos invitaron a pensar sobre nosotros mismos y nos ayudaron a darle un sentido a nuestra vida, a nuestra historia.
¿Cómo se hace eso? A través de la escucha y la comprensión pedagógica. Porque para que yo pueda abrirte preguntas sobre ti y tu lugar en el mundo tengo que conocerte y encontrar lo que necesitas cuestionarte, algo que tiene que ver solo contigo.
¿Qué cualidades debe tener un docente para que haya una buena relación educativa?
Hace poco hablaba con una madre sobre las maestras que habían sido importantes para sus hijas. Y me sintetizaba sus cualidades de una manera muy certera: “hay que tener sensibilidad humana”. Esto, dicho de una forma más académica, significa una disposición a la relación, a la escucha y a la comprensión del otro. Además, por supuesto, hay que conocer los saberes pedagógicos y la investigación educativa, para tener recursos en los que apoyarse en las continuas decisiones que se van tomando en el aula.
Comentan que en las últimas décadas ha perdido centralidad la relación docente-estudiante. ¿A qué se debe?
Estos tiempos son los de la individualidad. Nos venden que podemos ser quienes queramos, solo basta con desearlo y esforzarnos, nosotros solos, para conseguirlo. Este es el mito de la autosuficiencia y la autogeneración. Y al poner en el centro al individuo se nos olvida lo que somos en relación. Se nos olvida que el lugar en el que estamos tiene que ver con el apoyo de una madre, de un padre, de amistades, de hermanos o hermanas, y también de docentes.
Esto se ha contagiado también a la escuela, haciendo así únicos responsables de sus éxitos y fracasos a los estudiantes.
¿Influye la metodología educativa? ¿Cuáles son las que más facilitan una óptima relación educativa?
La mejor metodología es la que necesita cada criatura y esto es algo que no podemos saber hasta que conocemos al niño o niña. En mis clases en la facultad mis estudiantes me preguntan: “profe, deja de dar teoría y dinos qué tenemos que hacer en clase”. Mi respuesta es siempre la misma: yo no sé lo que tenéis que hacer en clase porque no conozco a los alumnos y alumnas que vais a tener. Cada quien tiene una necesidad diferente y es criterio profesional de cada quien valorar en cada momento qué hacer. Programar antes de tiempo o decidir una metodología con excesiva prontitud significa pasar por encima del alumnado, pretendiendo imponer quién tiene que ser y qué va a necesitar. Esta es la enorme dificultad del oficio docente, hay que deliberar y decidir a cada momento.
¿Cómo ha afectado la pandemia a la relación entre docentes y alumnos?
A falta de que vayan publicándose investigaciones al respecto, lo más prudente sería que no especulara sobre ello. Quizá sí podría hablar de mis clases en la facultad, donde he vivido una dificultad enorme para poder entrar en relación con los estudiantes. Además, la situación del alumnado universitario se ha precarizado y se han encontrado con trabas de distinta naturaleza para poder seguir el ritmo de las clases.
¿Las clases a distancia y online implican cambios en la relación educativa o no necesariamente?
Si estamos hablando de formación y transmisión de conocimiento quizá lo virtual nos sirva, porque ofrece recursos muy atractivos y didácticos. Pero si hablamos de educación es necesario un encuentro físico. ¿Te imaginas un padre o una madre que asuma su responsabilidad únicamente por videoconferencia? Algo parecido pasa con la relación entre docente y estudiante. No basta con la imagen a través de la pantalla, ni con la palabra a través del altavoz. La relación educativa es la experiencia de un encuentro, y ese encuentro solo puede ser en presencia.
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