Josep Maria Alaña fue la primera persona con acondroplasia en ganar una oposición para docente en España. Licenciado en Biología y en Pedagogía, durante más de 30 años impartió clase en diferentes institutos. Posteriormente, trabajó en el departamento de Educación de la Generalitat de Cataluña, en temas relacionados con la formación profesional. Este año ha publicado “Profe y enano. El orgullo de la diferencia”. También es autor de “A 30 centímetros del suelo” y “Mamá, papá, mi tutor de este año es un enano”.
¿Cómo fue su etapa de estudiante?
En los años 50 la escuela no era inclusiva y, por lo tanto, era una escuela dura para las personas que éramos diferentes. En mi caso, yo era siempre el más bajito de la clase.
Como forma de protección, elegí ponerme en el lado de los gamberros y por eso me dejaba una o dos asignaturas para septiembre. Fue una forma de subsistencia.
¿Qué le llevó a ser profesor?
Soy biólogo (entre otras cosas) y quería dedicarme a la investigación, pero me di cuenta de que yo en un laboratorio tendría dificultades: las estructuras no estaban adaptadas, no tenía la suficiente destreza con las manos para manipular el material…
Lo que sí podía hacer era explicar y por eso pensé que podría dedicarme a enseñar. Además, la educación siempre me ha gustado y creo que es un motor de cambio.
¿Está satisfecho con esa elección?
Mucho. Enseñar es maravilloso. Hay momentos realmente mágicos, como cuando encuentras exalumnos y se acuerdan de ti y te dan las gracias.
¿Cómo era su relación con los alumnos?
Era muy buena. Tenía alumnos adolescentes y también algunos mayores que yo (al acabar la carrera, con 22 años, empecé a dar clase en un instituto nocturno). Siempre tuvieron ese sentimiento de protección del diferente.
Yo no era un profesor más, porque incluso necesitaba su ayuda; había alumnos que se encargaban de escribir en la pizarra, porque yo solo podía hacerlo de la mitad para abajo.
Hay otra cosa que me gustaría destacar y es que las personas que somos diferentes tenemos que dejar un tiempo de acomodación a la otra persona. Una vez se ha acomodado, ya no ve las diferencias, solo ve a la persona.
¿Cómo ve la escuela actual? ¿Considera que es inclusiva?
Estamos lejos de una escuela realmente inclusiva. Pero creo vamos hacia un modelo de escuela más autónomo. El contenido lo encontramos fácilmente en internet. Tenemos que trabajar la comunicación, las relaciones con las personas, aprender a ganar y a perder, la responsabilidad…
Es un gran defensor de los derechos de las personas con acondroplasia. ¿Cuáles son sus principales reivindicaciones?
Eliminar el estigma. Conozco muchas personas con acondroplasia muy inteligentes; hay profesores, abogados, arquitectos, ingenieros… Pero en este mundo sigue dándose mucha importancia a la imagen y a la primera impresión. Nosotros necesitamos la segunda impresión, necesitamos la acomodación.
Nos gustaría acabar esta entrevista con una reflexión sobre la frase que da título a su libro: El orgullo de la diferencia.
Yo estoy orgulloso de lo que soy y de la gente como yo. Solo aceptando la diferencia podremos avanzar en igualdad. Tenemos que aprender a convivir con nuestras diferencias y respetarlas.
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