Pepe Menéndez es profesor de secundaria y asesor internacional de educación. Actualmente, asesora a instituciones que desean impulsar procesos de transformación profunda de la educación. Es autor del libro “Escuelas que valgan la pena” y co-autor de la colección “Transformando la educación”. También fue uno de los impulsores del proyecto de transformación educativa Horitzó 2020.
Haciendo alusión al título de su libro, ¿cómo es una escuela que valga la pena?
Debe ser una escuela en la que se cree un ambiente de aprendizaje, estimulante, y sobre todo que alcance a todo tipo de perfiles de alumno. Una escuela que piense que todos los alumnos quieren aprender y que todos pueden hacerlo. En definitiva, una escuela que haga crecer a las personas. Debe estimular el esfuerzo, la curiosidad, la creatividad y hacerlo con diferentes metodologías para abarcar todos los estilos de aprendizaje y maneras de ser que tienen los alumnos y alumnas.
¿Cómo se crea ese ambiente que estimule el aprendizaje y provoque en el alumnado el deseo de estudiar? ¿Cómo podemos combatir la desmotivación?
Lo primero que debemos hacer es indagar en las causas de la desmotivación. Muchas veces están relacionadas con las creencias que los propios estudiantes tienen: “yo no puedo”, “me voy a aburrir”… La motivación consiste en despertar la curiosidad por algo. Hay que crear un contexto donde haya un cierto sentimiento de seguridad de que uno puede alcanzar un objetivo.
Hablando de las creencias, también ha comentado que las expectativas del profesor impactan en el aprendizaje de los alumnos…
Es algo que está avalado por algunos estudios, si bien en educación las evidencias no son del todo científicas porque están sometidas a muchas variables. Pero en diversos estudios se muestra que la expectativa, es decir, la creencia que el profesor tiene de lo que sus alumnos pueden alcanzar, tiene una relación notable con los resultados posteriores. Esto ocurre porque el profesor, cuando cree que algo es posible tiende a proponer puentes, referencias, herramientas para que los estudiantes puedan avanzar. En cambio, si un profesor cree que el alumno no puede, seguramente ese alumno se sentirá desmoralizado.
¿Cuál es la transformación que la educación necesita?
Tenemos que repensar la misión de la escuela porque el entorno ha cambiado.
La transformación es un proceso de cambio de mirada: sobre el currículo, la avaluación, la organización del tiempo, etc. Son cambios profundos y como tales no son rápidos.
¿Qué papel tienen en esa transformación los profesores?
El papel de los profesores es clave, porque sin ellos no habrá transformación. A veces se pretende cambiar el sistema desde fuera, algo que Cristóbal Cobo, experto en educación, define como “hackear el sistema”. Pero no es posible hackear el sistema, porque este es muy potente, tiene una estructura férrea y repele estos hackeos. Entonces, ¿cómo podemos avanzar? Fundamentalmente, con el trabajo en equipo de los profesores y con la formación permanente (una formación que debe ser práctica).
Podemos encontrar muchas experiencias innovadoras que han resultado exitosas porque han conseguido implicar al conjunto de los agentes de las escuelas.
¿Y las leyes?
Creo que tenemos que conseguir garantizar unos elementos básicos de acuerdo social sobre la educación. Aunque detrás haya planteamientos ideológicos y se lleve a la batalla política, pero este acuerdo debe ser de toda la sociedad: de la cultura, de las empresas, de las fuerzas políticas, del mundo social…
Cuando salen nuevas leyes hay un gran ruido y una notable incapacidad para hablar de lo realmente importante. Se pierde energía hablando de lo de siempre (la religión, la escuela concertada…). Mucho ruido y pocas nueces, porque luego no hay grandes cambios. Es verdad que en esta última ley hay una voluntad de trabajar el cambio sobre el currículo y cómo enfocamos el trabajo por competencias. Pero no va acompañado de financiación o de un plan estratégico.
Hablando de empresa, recientemente ha participado en el Kid’s Innovation Day(s) y han analizado la relación de la educación con las empresas. ¿Cómo debería ser en su opinión?
Las empresas forman parte de las sociedad y la educación es un tema de toda la sociedad. Desde mi punto de vista debería ser algo más natural y se deberían crear alianzas. El mundo de la empresa es muy amplio y heterogéneo. Debería ser más normal que hubiera alianzas, sinergias, colaboración… Todo el mundo entiende que entre la FP y la empresa haya una colaboración estrecha, que va mucho más allá de hacer prácticas porque tiene que ver con la mirada, con la comprensión de ambos del sistema educativo… Esto también se podría llevar a primaria, secundaria, bachillerato… Por ejemplo, hay sectores que tienen mucho que ver con la escuela, como el mundo editorial y el tecnológico. No creo que podamos hacer cambios profundos desde el punto de vista metodológico y luchar contra la brecha digital si no hay acuerdos importantes entre estos sectores y el mundo educativo. Son solo algunos ejemplos, porque podríamos citar muchos más: infraestructuras, mobiliario…
¿Cómo valora la actuación del sistema educativo ante los cambios que ha traído la pandemia?
Ha sido muy irregular. Las escuelas que ya habían introducido cambios, trabajando de otra manera el currículo, integrando la tecnología, enfocando la comunicación con las familias de otra forma… es decir, las que estaban haciendo ese cambio de mirada del que hablaba antes, han respondido mejor a la pandemia. En cambio, las escuelas más rígidas han tenido más dificultades.
Lo mejor que hemos visto, en general, es la voluntad de los docentes de atender a sus alumnos y a las familias. Porque han atendido con sus propios recursos e incluso con largas jornadas. Lo peor es que se han evidenciado carencias del sistema o temas enquistados desde hace muchos años y al final ha afectado a los sectores más débiles de la sociedad.
¿Cree que la pandemia cambiará aspectos de la educación para siempre? ¿Cuáles?
Seguramente no será el gran terremoto como algunos señalan, porque tenemos una fuerte inercia de volver a lo anterior. Pero algunos cambios sí se quedarán. Por ejemplo, creo que la mirada más emocional y de acompañamiento a los estudiantes se mantendrá, que se avanzará en la integración de la tecnología en las escuelas y que influirá en la mirada de la personalización. Sabemos que los estudiantes aprenden de maneras diferentes y hemos comprobado que no es necesario que estén todos a la misma hora, en el mismo sitio, haciendo lo mismo. Incluso en algún país (quizás no sea el caso del nuestro), hay una tendencia al alza del home schooling, que no deja de ser un toque de atención a la calidad del propio sistema educativo.
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