Sandra Cerro es grafóloga, perito calígrafo y profesora de grafología con un amplio currículum en este campo. Si bien se licenció primero en Derecho, descubrió su auténtica vocación en esta técnica que estudia la personalidad de las personas a través del análisis de su escritura. Actualmente dirige su propio centro de grafología en Madrid, es profesora de Grafología empresarial en la Universidad a Distancia de Madrid UDIMA, ha publicado varios libros y ha colaborado con diversos medios de comunicación.
¿Qué pasaría si un día dejamos de escribir a mano?
Personalmente, no creo que dejemos nunca de escribir a mano, sino todo lo contrario, escribiremos a mano mucho más cuando nos demos plena cuenta de todas las habilidades cognitivas y motrices que perderíamos si dejáramos de hacerlo. Escribir a mano es gimnasia para el cerebro. Cuando escribimos, se activan puntos en todas las áreas cerebrales y se ponen en movimiento multitud de neuronas. La escritura es, por lo tanto, un ejercicio fundamental para ejercitar nuestra mente y nuestra motricidad fina que ojalá no dejemos de ejercitar por culpa de tanta escritura mecánica.
¿Por qué es importante para los niños que se mantenga la caligrafía tradicional cursiva?
La caligrafía cursiva es un ejercicio de constancia y continuidad en todo, tanto a nivel cognitivo como motor. La dinámica de ejecutar una caligrafía continua, sin levantamientos de útil escritor entre letra y letra, provoca que la escritura fluya y se deslice por el papel facilitando con ello la asociación de ideas, la capacidad de razonamiento lógico y la perseverancia. Ligar unas letras con otras es hilvanar pensamientos y mover las conexiones neuronales de uno a otro hemisferio cerebral. La cursiva es así una escritura más rápida, porque no levanta el útil entre letra y letra, sino que las une entre sí en un movimiento continuo y sin pausa. Por el contrario, la escritura desligada, de imprenta o “de molde” es más lenta porque obliga a levantar el útil entre letra y letra; este gesto ralentiza el movimiento, frena la grafía e impide esa continuidad a la que sí invita la cursiva ligada.
Desde el punto de vista grafológico, la escritura de imprenta o desligada reduce la agilidad mental, favorece la intuición frente al razonamiento lógico y se asocia a niños reflexivos, de pensamiento lento, un tanto inseguros y también muy independientes a nivel social. Por el contrario, la cursiva ligada va a favor de la continuidad en todos los sentidos: agilidad mental, razonamiento lógico y estratégico, constancia, perseverancia y tesón, sociabilidad y entrega afectiva.
¿Por qué es tan diferente la letra de un alumno a otro, aún habiendo recibido las mismas enseñanzas?
Lo normal es que todos personalicemos el modelo caligráfico escolar. El hecho de que todas las escrituras sean diferentes aún partiendo de un mismo modelo caligráfico escolar es lo que demuestra la verdad de la grafología: la escritura refleja la personalidad. A medida que nos vamos apartando inconscientemente del modelo caligráfico aprehendido vamos dotando a nuestra escritura de elementos de nuestro temperamento, forma de ser, emotividad, aptitudes, actitudes y toda la idiosincrasia que nos hace únicos.
Desde el momento en que el gesto gráfico comienza a automatizarse, en la etapa post-caligráfica, este se vuelve inconsciente y fluye al dictado del cerebro impregnado de la esencia del propio temperamento y la propia forma de ser. La escritura de cada alumno será diferente porque su personalidad será diferente, y lo será aún más a medida en que se vaya haciendo adulto y vaya integrando los avatares vitales de la experiencia, la edad, los conocimientos y los necesarios cambios madurativos de la vida. En definitiva, la escritura acompaña y retrata a cada persona en cada una de sus etapas vitales, desde los primeros garabatos infantiles abstractos y enérgicos hasta la escritura lenta y temblorosa de la vejez.
¿Qué factores influyen en la forma que da cada persona a su escritura?
La escritura es un gesto inconsciente que va retratando la personalidad a medida que se va personalizando y apartando del modelo caligráfico escolar. En la escritura influye, por lo tanto el factor edad, el temperamento por supuesto y la personalidad, el modelo caligráfico de base con el que ha aprendido a escribir (esto tiene también mucho que ver con el factor nacionalidad), el nivel cultural y de estudios, la incidencia de algún tipo de patología psicológica o física, el nivel de emotividad, la lateralidad y la mano adiestrada (si es zurdo o diestro) y, en definitiva, toda la idiosincrasia temperamental, cognitiva y otros factores endógenos o exógenos que afecten a la motricidad fina.
¿Qué rasgos podemos conocer de un alumno solo con mirar su letra?
Realmente todo: su temperamento, su forma de ser y de comportarse, sus emociones, su actitudes, aptitudes, motivaciones, habilidades y competencias principales, su nivel de autoestima, su capacidad de adaptación y un largo etcétera. Para los docentes, poder utilizar la técnica grafológica en la escuela es tremendamente útil, ya que pueden detectar a tiempo los posibles problemas de aprendizaje de los alumnos que pueden venir derivados de trastornos tipo dislexia, TDAH, lateralidad cruzada, etc. También pueden anticiparse a los posibles comportamientos conflictivos de los alumnos, conociendo de antemano su temperamento, y además pueden guiarles en su camino vocacional, sabiendo de antemano cuáles son sus habilidades y aptitudes dominantes.
Buena o mala letra. ¿Cómo se define cada una?
Realmente esto es relativo. Puede entenderse como “mala letra” una disgrafía, por ejemplo, y esto se puede corregir con reeducación gráfica. Otras personas entienden como “mala letra” las grafías ilegibles, desordenadas, desestructuradas que no siempre tienen una interpretación negativa. De hecho, muchas personas inteligentísimas tienen mala letra y esto es simplemente porque al aumentar la velocidad del escrito, deshilachan o dejan incompletas las grafías. Un ejemplo clásico es la escritura de los médicos, por la que tanto nos preguntan a los grafólogos.
Para definir una letra como buena o mala siempre hay que examinarla en su contexto para detectar si se trata de una disgrafía o de una impresión personal sobre la “mala letra” que, en realidad, a lo mejor no es tan mala sino simplemente personalizada y ágil.
Muchas escrituras que nos pueden parecer bonitas o buenas a primera vista no siempre tienen una interpretación grafológica positiva por ser demasiado caligrafiadas y buscar la estética en detrimento de la espontaneidad, la naturalidad y la agilidad. Es difícil valorar una escritura como buena o mala sin analizarla en su contexto.
¿Qué pueden hacer los niños para mejorar su letra?
Cabe resaltar primero la importancia de un buen aprendizaje de la caligrafía de base, a ser posible con escritura cursiva ligada. Esto queda en manos del profesorado necesariamente. Si, después de eso, se detectan disgrafías o aprendizajes caligráficos mal integrados, se puede recurrir a la reeducación de la escritura. Esta terapia resulta muy eficaz, dedicada y constante, para corregir todo tipo de disgrafías y trastornos de la infancia que afecten a la motricidad fina.
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