María Jesús Campos es especialista en psicología infantil y juvenil. Actualmente dirige el Centro de Desarrollo de las Capacidades de Valdemoro e imparte talleres y formaciones a menores, profesores y familias, especialmente de inteligencia emocional y desarrollo de estrategias de aprendizaje eficaz.
¿Qué te ha llevado a enfocar tu carrera profesional como psicóloga hacia la educación?
Desde siempre me ha gustado el contacto con menores. He sido monitora y coordinadora de ocio y tiempo libre y profesora de apoyo, y disfrutaba mucho del contacto con ellos y de las experiencias vividas. Así que, a la hora de enfocar las optativas de la carrera, me encaminé en esa dirección más socioeducativa y me encantó. Esto hizo que después, a la hora de desarrollar mi labor como psicóloga, buscara en el área de menores y más de educación, ya que veía que en el tema de las dificultades de aprendizaje era donde más disfrutaba desarrollando materiales, orientando y guiando a los chicos y chicas, así como a sus familias.
¿Cuáles son las consultas más frecuentes que recibes?
Generalmente, las familias se ponen en contacto conmigo para que las oriente a ellas y a sus hijos en varias direcciones. Por un lado, me encuentro en consulta con bastantes menores que presentan dificultades de aprendizaje (trastorno por déficit de atención e hiperactividad, dificultades de comprensión lectora, retraso madurativo, discalculia, dislexia…). En estos casos hay una intervención específica en el menor, pero también ofrezco pautas a las familias para que puedan orientar y ayudar a sus hijos e hijas en el hogar. Incluso, en determinados casos, me reúno con los docentes de esos menores para que la intervención sea aún más personalizada y equilibrada entre todas las personas que trabajamos con ellos.
Por otro lado, me llegan cada vez más consultas de menores adolescentes con dificultades en el estudio enfocadas a motivación, actitud negativa hacia el estudio, falta de recursos para planificarse, carencia de estrategias de planificación y de aprendizaje, problemas para concentrarse en el estudio, etc.
¿Cómo podemos diferenciar si un niño con un mal rendimiento en el colegio tiene dificultades para aprender o está desmotivado?
Aquí es muy importante valorar desde un primer momento dónde y cómo se manifiestan esas dificultades, para poder hacer la valoración adecuada con el menor y poder descartar o confirmar alguna dificultad.
Podemos tener un niño o niña que trabaja diariamente, que lo intenta, que se implica, pero no es capaz de alcanzar el objetivo y obtiene malos resultados en relación a su trabajo. En este caso puede haber alguna dificultad de aprendizaje, aunque en ocasiones también se debe a que no sabe emplear estrategias de aprendizaje (planificación, técnicas, estrategias de atención…).
En el caso de un niño o niña desmotivado/a se ve que no tiene interés en lo que debe hacer, evade sus responsabilidades, no asume sus errores, culpabiliza a otros de lo sucedido, hace lo mínimo para pasar el corte o para que le dejen tranquilo, pero se sabe y se ve que tiene capacidad y puede conseguir más. Además, en ocasiones estos menores tienden a manifestar que están incómodos, que no les gusta lo que hacen…
Para poder saber el porqué del mal rendimiento es importante conocer la visión de los docentes del menor, la de la familia y la que tenemos otros profesionales.
¿Qué se puede hacer para que los niños estén motivados?
En primer lugar, es importante tener en cuenta la edad de los menores. No es igual un niño desmotivado de 8 años (que los hay, aunque nos parezca una edad muy temprana) que un adolescente (donde se asume que suele ser más común porque influyen muchos factores de desarrollo y sociales).
A partir de ahí, es importante conocer por qué están desmotivados, en qué áreas y ver qué piensan ellos para poder plantear la mejor intervención a sus necesidades. Yo siempre planteo la opción de pequeños retos adaptados a las necesidades y características de los menores, modificar elementos relacionados con el tiempo de estudio, así como “recompensas” de tiempo de descanso y tiempo libre cada día para que también satisfagan sus necesidades.
Los niños reciben muchos estímulos y es fácil que se distraigan con cualquier cosa, ¿cómo podemos evitarlo?
Es importante delimitar el lugar y los tiempos de estudio. Yo siempre planteo lo mismo; ¿qué nos distrae a la hora de estudiar o trabajar? Aquí entraría por ejemplo el móvil, muchos objetos o juguetes en la mesa de estudio, entorno descolocado… Por ello, en primer lugar hay que eliminar de la mesa de estudio todo lo que distrae.
Por otro lado, hay que manejar tiempos de estudio controlados, es decir, la idea de estar horas encerrados en la habitación no funciona y también es un foco de distracción, ya que si tenemos mucho tiempo tendemos a alargar la tarea. Así que lo mejor es marcar un tiempo breve y un objetivo realista, que se pueda conseguir, de lo que voy a trabajar en ese tiempo, para después tener un pequeño descanso y salir de la habitación, tomar algo, escuchar mi canción favorita… Así ayudamos a focalizar la atención y evitamos distractores.
¿Has trabajado con docentes? ¿En qué les puedes ayudar?
Sí, trabajo con docentes en formaciones, pero también me reúno con ellos para tratar algunos casos concretos de los menores con los que yo hago terapia.
En muchas ocasiones, ellos se ven desbordados por el número de alumnos del aula y no tienen recursos suficientes para poder atender a menores con dificultades. Por ese motivo es muy importante ofrecerles estrategias y pautas para poder llevar a sus aulas. Siempre digo que no todos sabemos de todo y tenemos que asumir nuestras limitaciones y formarnos, orientarnos y aceptar la guía de otros profesionales.
Sobre todo porque al final los que se benefician son los propios alumnos.
¿En qué puede mejorar la psicología el día a día en las escuelas?
Creo que desde la psicología y los profesionales que trabajamos con menores y estamos más enfocados al área de la educación podemos ofrecer muchos recursos y estrategias a los docentes. Podemos guiar en cómo intervenir ante determinadas situaciones, siempre respetando la didáctica del docente. No se trata de imponer nada, cada uno sigue sus métodos. Pero creo que puede ser de gran ayuda contar con estrategias para mejorar y actuar ante determinadas situaciones.
Igualmente, desde la psicología y estudios de neurociencia se conoce cómo funciona el cerebro, cómo reaccionamos las personas ante determinados estímulos, cómo se pueden favorecer determinados aprendizajes… Por lo que creo que conocerlo, tenerlo en cuenta, así como poder sentarse y ver la mejor manera de que las aulas puedan ser aún más enriquecedoras y adaptadas a las necesidades según edades y niveles de desarrollo, es importante tanto para los menores como para el desarrollo de la labor docente.
La educación emocional se está haciendo hueco en muchos colegios. ¿Qué peso crees que debería tener y por qué?
Creo que debería estar muy presente en el aula. Las personas vivimos emociones, agradables y desagradables, e influyen en el desarrollo de comportamientos, en que estemos más atentos o menos, etc.
Los niños y niñas las viven igual que los adultos y hay que saber gestionarlas. Por ejemplo, si hay un enfrentamiento en el patio entre compañeros hay que gestionarlo para evitar que les afecte en el aula, porque podrían seguir dándole vueltas durante mucho tiempo y no estar atentos a las explicaciones. Pero no es solo eso. Hay que crear un clima emocional adecuado, de respeto, en el que la expresión de emociones esté ahí y ellos lo sepan, se gestionen y se busquen vías de solución para el bienestar de los alumnos. Es fundamental.
Si conseguimos un clima de identificación y gestión de las emociones, en el que se hable y se busquen vías de orientación ante situaciones dadas, se favorecerá que estén más relajados, atentos y mejoren su rendimiento académico.
Desde mi punto de vista, es un camino importante que recorrer. Ya hay docentes que dan pasos en esta dirección y hay escuelas que lo están integrando. Pero también aclaro que este trabajo no es solo del aula, en los hogares también se debe trabajar la educación emocional.
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