La dislexia es un trastorno crónico que afecta al aprendizaje de la lectoescritura y se da en personas que no presentan ningún hándicap físico, psíquico ni sociocultural. Se calcula que un 10% de la población en España es disléxica y que este trastorno estaría detrás de un alto porcentaje de casos de abandono escolar. Para saber más sobre la dislexia, cómo detectarla y cómo ayudar a niños con este trastorno, hemos hablado con Araceli Salas, fundadora y vicepresidenta de la Asociación de Dislexia y Familia Disfam.
La historia de la fundación de Disfam refleja el caso de muchas familias angustiadas ante la falta de un diagnostico. ¿Qué señales nos pueden indicar que un niño tiene dislexia?
No hay dos casos idénticos. Hay que huir de esa idea que tienen la mayoría de personas de que los disléxicos tienen unos síntomas claros como puede ser girar las letras. Algunos disléxicos lo hacen pero no todos.
Entonces, ¿cómo podemos saber si lo es?
Yo siempre digo que cuando un niño es curioso, inteligente, se preocupa por lo que le rodea, pero no va bien en lectoescritura, la rechaza y vemos que lo está pasando mal, algo pasa. Puede ser dislexia o un retraso lectoescritor, pero hay que intervenir.
Algunos síntomas pueden ser las dificultades para distinguir derecha e izquierda, dificultades con las nociones de espacio y tiempo, dificultades para aprender las tablas de multiplicar, despistes, etc.
Pero dice que los síntomas no son los mismos en todos los casos. ¿Cómo podemos distinguir realmente cuándo se trata de dislexia?
Existen unos protocolos de detección y actuación (Prodislex) que van desde infantil hasta bachillerato, pasando por la formación profesional. Se pueden descargar de forma gratuita.
Si hay alguna familia o algún profesor que sospeche que un niño es disléxico puede descargar el protocolo correspondiente y mirar cuáles son los síntomas más frecuentes de esa edad.
Además de tener en cuenta estos protocolos, ¿cómo debería actuar un profesor ante un posible caso de dislexia?
Lo primero es descargar el protocolo y compartirlo con la familia, para comparar la visión de lo que está pasando en casa y en el colegio. Si vemos que hay síntomas que coinciden, sobre todo en lectoescritura, organización y planificación, debemos derivar al niño a un especialista, ya sea del equipo del colegio (orientadores) o un psicólogo especializado en dificultades de aprendizaje.
¿Cree que los colegios están preparados para detectar estos problemas?
Se ha avanzado mucho, pero aun falta mucho por hacer. Hay profesores que están muy preparados (han hecho cursos, han asistido a congresos o se han asesorado a través de asociaciones como la nuestra), pero hay que tener la suerte de que te toque ese profesor.
Existe legislación al respecto y lo que deberían hacer todas las comunidades autónomas es dar una formación mínima a todo el profesorado para saber detectar estos casos y cómo actuar.
Aseguran desde Disfam que la dislexia no es compatible con nuestro sistema educativo. ¿Qué sistema sería óptimo?
La metodología que mejor funciona con niños y adolescentes con dislexia es la multisensorial. Debe ser una metodología muy significativa, con temas muy cercanos al alumno y que propicie un aprendizaje interactivo, en el que el niño sea protagonista. Es cierto que cada vez hay más escuelas que trabajan por proyectos. Esa metodología siempre ayudará más que la tradicional, que ya a niños sin ningún trastorno de aprendizaje les resulta muy aburrida. Para los niños con dislexia es imprescindible otra forma de aprender.
También hay que tener claro que la metodología no hace que la dislexia desaparezca; la metodología no es la causa. Pero sí puede ayudar mucho.
En un plano más práctico, ¿qué clase de ejercicios se recomiendan para niños con dislexia?
Necesitan reconocer y poder integrar los sonidos que van con cada letra. Debemos buscar un método fonológico. Por ejemplo, cuando estamos aprendiendo la letra “U” nos muestran un dibujo de uvas, como palabra que empieza con esa letra. Los niños con dislexia necesitarían relacionarlo con el sonido y las uvas no servirían. Podríamos poner un fantasma, cuyo sonido sería “Uuuu”. Necesitan relacionar imágenes con los sonidos.
¿A qué edad se puede saber si un niño es disléxico?
El diagnóstico se debe hacer a partir de los 7 años. Antes, aunque no se pueda diagnosticar, podemos apreciar algunos síntomas y es importante intervenir de forma temprana si los detectamos. Finalmente puede ser un retraso lectoescritor o madurativo, pero si lo trabajamos estaremos ayudándoles de cualquier forma y si finalmente se trata de dislexia habremos empezado a trabajarla de forma temprana, dándole herramientas al niño. En ningún caso es dañina la intervención temprana.
Tras el diagnóstico, ¿cuales son los pasos a seguir?
Después del diagnóstico el niño necesita una adaptación no significativa, es decir, debe ser una adaptación metodológica o de acceso, en la que el niño tiene los mismos contenidos que sus compañeros, pero la metodología debe ser diferente si queremos que el niño tenga éxito. Así evitamos las secuelas emocionales.
¿Cuáles son esas secuelas?
El niño con dislexia tiene que ir cada día a clase, tiene un montón de asignaturas y tiene que hacer un sobreesfuerzo que nadie reconoce porque no es visible. Familia y profesores pueden pensar que les están tomando el pelo o que son niños vagos. Cuando un niño con 5 años no está motivado para aprender no podemos quedarnos con la etiqueta de “el niño es vago”.
Lo peor de la dislexia no es la dislexia en sí sino las consecuencias de no haber sido bien tratada o bien entendida. Hablamos de ansiedad, estrés, trastornos del sueño e incluso afectaciones del sistema inmunológico a causa del estrés que pueden derivar en enfermedades. También se dan casos de acoso porque son un blanco fácil.
Hemos publicado el cuento “Hugo tiene dislexia”, con el que buscamos concienciar y también prevenir el bullying. Este cuento sirve para trabajar la parte emocional. Se suele dar mucha importancia a la parte académica, pero la emocional también se debe trabajar, para que el niño sepa lo que le pasa, lo acepte y normalice el trastorno. Hay familias que lo ocultan a los niños. Nuestra recomendación en este sentido es muy clara: el niño debe saber qué le pasa y poder compartirlo en casa y en el colegio.
Disfam ya ha cumplido 14 años. ¿Qué balance hace de todo este tiempo?
Hay que tener en cuenta que partimos de cero. Cuando empezamos, estos niños estaban totalmente desamparados a nivel legislativo. No había ningún tipo de ley que reconociera a los alumnos con dificultades específicas de aprendizaje. Tuvimos que trabajar mucho para que estuvieran reconocidas en una ley orgánica y con cada comunidad autónoma para su aplicación. Pero aun falta mucha formación e información para que todos los niños con dislexia estén bien atendidos.
Uno de los logros de los que nos sentimos más orgullosos es de tener una selectividad adaptada en Baleares. Los contenidos son los mismos pero tienen más tiempo y pueden utilizar el ordenador y el corrector.
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