El juego se ha manifestado como una poderosa herramienta para potenciar el aprendizaje a través del desarrollo emocional y cognitivo de los niños. Además, es un derecho reconocido por las Naciones Unidas.
Jugar no está reñido con aprender. Al contrario, tendencias como la Gamificación, que aúnan juego y enseñanza, demuestran que aprender jugando es más motivador para los alumnos y puede mejorar su aprendizaje.
Según la edad de los niños deberemos plantear unos juegos u otros. Por ejemplo, en la etapa de preescolar podemos empezar por juegos de movimiento para que los niños desarrollen su motricidad. En Primaria podemos introducir normas (progresivamente) para que sepan adaptarse a los diferentes juegos y así también prepararlos para la siguiente fase; los juegos en equipo.
De esta forma, gracias a las actividades lúdicas el niño, hasta los 12 años, irá descubriendo su motricidad y autonomía y sus capacidades para empatizar, memorizar y concentrarse. Además, gracias al juego en grupo, descubrirá que hay normas que cumplir y límites a respetar, ya que forma parte de una sociedad. El egocentrismo tiene que ir diluyéndose, abriendo paso a la idea de que no está solo. Por eso, tiene que aprender a negociar, a ceder a sus deseos en favor de otra persona, a tener paciencia, a solidarizarse… Sin olvidar que como en cualquier juego, unas veces se gana y otras se pierde, lo cuál le ayudará a desarrollar estrategias para superar el fracaso y la frustración.
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