Bárbara de Aymerich es la ideóloga y directora de Espiciencia, una escuela de ciencia situada en un pequeño pueblo del norte de la provincia de Burgos llamado Espinosa de los Monteros (de donde la escuela toma parcialmente su nombre).
Bárbara es Licenciada en Ciencia y Tecnología de los Alimentos, Licenciada en Ciencias Químicas y Doctora en Ciencias en la especialidad de Edafología y Química Agrícola y con Espiciencia ha querido compartir (y contagiar) su vocación por la ciencia.
¿Por qué decides montar esta escuela de ciencia en el pueblo?
Yo trabajaba en la universidad y en un colegio en Burgos. Siempre me ha gustado mucho dar clase, tengo una vocación innata por la investigación y la docencia.
Cuando me trasladé a Espinosa de los Monteros, el pueblo de mi marido y en el que hemos formado nuestra familia, quise seguir enseñando ciencia y plantee esta iniciativa como una actividad extraescolar. Finalmente, el ayuntamiento me dejó hacer uso de un local que tienen para distintas actividades y ahí, con un grupo de 6 niños, nació Espiciencia. De hecho, seguimos en esas mismas instalaciones.
¿Y ahora cuántos sois?
De Espinosa de los Monteros somos unos 70. Pero además este año hemos empezado a dar clases en otros pueblos de alrededor.
¿El equipo docente también ha crecido?
Sí, está Nerea, una chica de Espinosa que empezó conmigo con un programa de mentoring. Ella estudió Bioquímica y ahora está estudiando Nutrición. Además de la ciencia le encantan los niños, así que se ofreció a ayudarme y poco a poco hemos ido creciendo juntas. Posteriormente, se unió a nosotras Joserra, también del pueblo, apasionado de la tecnología y experto en robótica educativa y computación. La última incorporación ha sido la de Gabriel, un fenómeno de la electricidad y la electrónica.
¿Y el resto del pueblo también se ha implicado?
Sí, hay mucha gente implicada en esta iniciativa. Las propias familias aportan ideas, hay empresas de la zona que contribuyen y nos ayudan a costear algunos desplazamientos, medios de comunicación que nos dan la oportunidad de difundir la ciencia y lo que hacemos, el colegio público del pueblo, con el que colaboramos para presentarnos a determinados concursos, y hasta la Universidad de Burgos nos ayuda.
¿Cuál es el papel de las familias?
Uno de los principales objetivos de esta iniciativa es dar a los niños de las zonas rurales la posibilidad de desarrollar su vocación científica y para ello también es importante que los padres les ayuden y les animen desde pequeños. Además, muchos nos acompañan a los concursos y ferias de ciencia a las que vamos.
¿Qué tipo de actividades hacéis en clase?
Trabajamos por proyectos. Son proyectos de medio año o un año que están orientados a determinadas temáticas. Por ejemplo, el año pasado una de esas temáticas fue la industria aeroespacial. Generalmente preguntamos a los niños sobre sus intereses y nosotros también buscamos temas que les puedan gustar.
Además tenemos otras actividades paralelas, como el programa de radio semanal, que tenemos que montarlo con noticias y eventos científicos de la semana y entrevistas. También colaboramos con el programa Cien & Cía de RTVCYL, con una sección en la que hacemos experimentos.
Entonces ya no se trata solo de ciencia, sino que también hay que saber comunicar…
Queremos que se vea la ciencia como algo holístico, global, que está totalmente presente en la vida diaria de las personas. No compartimos la separación de ciencias y letras que se suele hacer. Trabajamos la ciencia de manera transversal.
¿Qué opinas del concepto STEM y del peso que está adquiriendo en la enseñanza?
Yo siempre le pongo la A (STEAM), porque considero que es imprescindible. Sin arte y creatividad le quitas la parte humana a la ciencia. El hombre debe tener iniciativa propia para crear. La creatividad es necesaria para que la ciencia avance.
¿Se trabaja también la creatividad en Espiciencia?
Por supuesto. Nosotros les orientamos, pero les dejamos hacer. Por ejemplo, uno de los proyectos que tenemos para este año es que los niños hagan su propio museo de ciencia y trabajar las claves dicotómicas. Nosotros les damos algunas opciones, pero cada uno puede hacerlas como quiera. Nada está bien o mal.
Les dais bastante libertad y contáis con su opinión… ¿Qué es lo que más les gusta a ellos?
Depende de la edad. Por ejemplo, a los más pequeños lo que más les suele llamar la atención es la naturaleza (las plantas, los animales, las estrellas…). A los más mayores les gusta más la tecnología, pero aplicada a la resolución de problemas reales. Tanto pequeños como mayores tienen unas ideas alucinantes. Tienen un cuaderno (que pueden tenerlo en casa o en clase también) en el que van apuntando ideas que se les ocurren. Les animamos a apuntar cualquier idea que tengan, por disparatada que les parezca, y luego las comentamos. De esas ideas han salido unos proyectos increíbles.
¿Nos podrías poner algún ejemplo?
Sí, por ejemplo el caso de una niña que como tenía dificultades para encontrar el cinturón de seguridad cuando la llevaban a clase de música por las tardes (y ya había oscurecido) decidió poner unas luces LED al anclaje, de manera que mientras el cinturón está puesto las luces están apagadas, pero cuando no es así se mantienen encendidas.
Es una buena manera de aplicar la ciencia en lo cotidiano…
Sí, se fijan mucho en lo que les pasa o pasa a su alrededor para intentar encontrar soluciones a cualquier problema que detectan. Uno de los últimos proyectos que han desarrollado son unas aplicaciones móviles para intentar evitar el despoblamiento rural.
A nivel personal, ¿qué es lo que más te enorgullece?
Que esta iniciativa continúe en el tiempo y cada vez vaya a más. Hemos creado escuela. Además es una satisfacción ver cómo los niños trabajan en equipo, quieren ayudar a su entorno y están cada vez más interesados por la ciencia y la tecnología.
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