Si visitáis la web de Juanjo Fernández, rápidamente os daréis cuenta de que es un entusiasta de la educación. La encabeza el lema “Enseño, escribo…y charlo”, que define sus facetas como profesor y consultor pedagógico de la Fundación Escuela Cristiana de Cataluña, escritor y conferenciante. Con ese entusiasmo que le caracteriza ha respondido a las preguntas de El Aula de Papel Oxford y ha compartido con nosotros interesantes reflexiones.
Será que la educación es un buen tema para debatir pero parece que esté constantemente cuestionada. ¿Qué debería cambiar para que deje de estarlo?
Habría que reencontrar un equilibrio entre recuperar valores e incorporar otros nuevos. Hay que devolver a los maestros la autoridad, reconocerles el oficio. Esto se hace desde la sociedad (haciendo difusión rigurosa y entusiasta de los éxitos de la educación y la escuela, y evitando el sensacionalismo -por parte de todos- al tratar incidentes puntuales y minoritarios), desde la administración y la política (poniéndose de acuerdo para mantener una legislación estable que reconozca la autonomía de los centros y la libertad de elección de las familias), desde las familias (cultivando una actitud de complicidad con la escuela que han elegido para sus hijos) y desde los educadores (trabajando con oficio y alegría y pensando siempre en el alumno).
Tal vez la importancia de la escuela queda a veces diluida entre tantas críticas. Pero usted la reivindica. ¿La escuela salva vidas?
Yo reivindico el derecho de los maestros a sentirse orgullosos del trabajo que hacen, y a liberarse de un cierto complejo autodestructivo de culpabilización, especialmente ante las críticas a la escuela «tradicional». Creo que no podemos estancarnos y dar la espalda a las innovaciones, pero no deberíamos hacer Valores Absolutos de la Innovación (ni de la Creatividad, ni de la Calidad, ni del Emprendimiento, ni de PISA, ni de los Tiempos Pasados…), porque entonces se convierten en una especie de deidades a quien sacrificar las capacidades, los talentos y las iniciativas que, aparentemente, no «encajan». ¡Esto sería idolatría educativa! La Escuela salva vidas, ¡ya lo creo si lo hace! Cada maestro de cada escuela nos podría explicar el caso de aquella niña, de ese chico… De hecho, a menudo son los mismos chicos y chicas (en general los que eran más «trastos») quienes, pasados los años, vuelven a la escuela para agradecer a los maestros su dedicación.
Una de sus charlas dirigidas a educadores lleva por título «El maestro ideal». ¿Nos puede dar 4 pinceladas de cómo debe ser este maestro?
Hace varios años, el dúo de humoristas Cruz y Raya (sí hace tiempo, sí, pero es que yo soy generación Yo Fui a EGB!) Hicieron muy popular aquello de «Si hay que ir, se va; pero ir pa ‘ná es tontería». Pues bien, este es el anti-lema del maestro ideal. El maestro ideal siempre «va» (no importa el lugar, el centro, la edad de los niños, los recursos, los tópicos y prejuicios). Siempre «va» (y educa y propone y venga y vamos) porque NUNCA es «pa ‘ná» y NUNCA es «tontería».
Otra que también hace referencia a un aspecto clave a la hora de educar es «Estrategias para Mejorar la Atención de los Alumnos». ¿Qué debe hacer un maestro para que los alumnos estén atentos?
En primer lugar, dominar la materia que se está enseñando. Da igual si la clase es magistral, o es un proyecto interdisciplinar con gran protagonismo del alumno: si el maestro no se siente seguro, su inseguridad se transmitirá en forma de incapacidad de captar la atención, nerviosismo, comunicación ineficaz… ¡y problemas de disciplina! Si se domina la materia, significa que uno se ha ganado el derecho a hablar sobre lo que se está enseñando, ya sea por experiencia o por estudio.
El segundo requisito es el entusiasmo por la materia. El buen maestro es aquel que vive su materia con pasión, que se está formando constantemente, que tiene un interés constante y creciente por lo que enseña, porque le gusta muchísimo.
Y el tercer requisito es tener muchas ganas de compartirlo con los alumnos, y desear que a través de la materia y del conocimiento de la materia los alumnos hagan crecer sus mejores talentos.
Cuando se cumplen estos tres puntos, hay muchas posibilidades de que cualquier estrategia desarrollada por el maestro atraiga irresistiblemente la atención de los alumnos.
Un maestro debe ser un buen comunicador no sólo para enseñar a los alumnos, sino también a la hora de relacionarse con los demás profesores. ¿Cuál es la clave para comunicarse de forma eficaz?
Todos tendemos a comunicarnos de manera agresiva o pasiva (o combinando las dos estrategias) y transmitimos nuestro estilo comunicativo a nuestros alumnos (y a nuestros hijos). Pero superando estos dos estilos está el asertivo, que nos capacita para defender nuestras posiciones y lograr nuestros objetivos sin necesidad de atacar o menospreciar a los demás. La asertividad es muy atractiva… y no es evidente: ¡hay que entrenarse! Una buena manera puede ser evitar que nos posean los 4 Jinetes del Apocalipsis de la Comunicación: el Rompetímpanos Ofensivo, el Yo-ista Sobrado, el Pitufo Gruñón, y el Vampiro Psíquico. Y para ello, nada mejor que optar por el altruismo, hacer el bien… porque sí: ¡esta es la mejor estrategia comunicativa! Como decía Mary Ward: «Haz el Bien, ¡y Hazlo Bien!»
Dice usted en uno de los documentos que dirige a los maestros que «la difusión no falla cuando llega por una pantalla». ¿Qué le parecen por ejemplo los grupos de padres en Whatsapp? ¿Cree que el profesor también debe intervenir?
Pero también digo que no hay mejor difusión que la recomendación que hace la maestra directamente a los alumnos (sobre todo en cursos de Infantil y Primaria): «la seño ha dicho que …» sigue siendo Palabra de Dios.
En cuanto a los grupos de Whatsapp, es evidente que están pasando por un momento de auto-regulación imprescindible. El Whatsapp es una herramienta extraordinaria, pero hay que utilizarla con conciencia clara de sus posibilidades y limitaciones… y de las nuestras como usuarios. En términos generales, habría que recordar ser muy prudentes, ser siempre respetuosos, no comentar temas personales y tener siempre presente que fácilmente se nos puede ir de las manos. Los grupos de WhatsApp de padres deberían ser estrictamente informativos, muy «planos». Ciertamente, NO debería ser un sustituto de la agenda personal del alumno, ni un foro donde verter críticas de manera indiscriminada. Y no, los profesores no deberían intervenir: ya hay espacios y canales adecuados para la comunicación familia-escuela.
En general, ¿qué papel cree que debe jugar la tecnología en la educación?
El papel que mejor contribuya a la educación. Como herramienta, como entorno, como plataforma, como instrumento… Las posibilidades son casi infinitas, así que conviene seguir apostando por la tecnología para que esté siempre al servicio de la escuela como Espacio Humano, espacio de relación positiva entre personas que se aman y se enseñan y aprenden mutuamente.
Con toda su experiencia tratando con profesores, padres y alumnos, ¿cuál es la principal conclusión que extrae de la situación actual de la educación en nuestro país?
Que vivimos tiempos, más que difíciles, apasionantes. Pero «apasionante» en los dos sentidos de la palabra: «pasión» amorosa, exultante … y «pasión» de sufrir. La inestabilidad legislativa, la desconfianza familia-escuela, la falta de recursos para la educación, el desconcierto en las familias sobre aspectos básicos de hábitos y comportamiento de los hijos, el cansancio -vital, existencial- de los educadores, la diferencia de ritmos entre la irrupción de las TIC y la capacidad de la sociedad de usarlas educativamente…
Entonces, ¿cuáles son los principales retos de futuro en este ámbito?
El principal reto es, como siempre, la educación misma. ¿Cómo educamos a niños y jóvenes? En la educación, qué corresponde a los maestros, a las familias, a la sociedad, y a los mismos alumnos. En mi opinión, parece que las respuestas van por dos caminos: uno que implica la recuperación de la figura del maestro como educador-todoterreno, experto en la materia/materias que imparte, persona coherente y entusiasta que despierta las mejores cualidades de los alumnos ; y otro camino (que no es excluyente) que apostaría más decididamente por una transformación radical de la escuela desde los aspectos más formales (espacios, mobiliario) los más pedagógicos (construcción del conocimiento, proyectos intergeneracionales, inteligencias múltiples, trabajo por competencias, aprendizaje basado en problemas). Creo que cualquier opción puede ser buena, si la planteamos y la llevamos a cabo desde la humildad y la coherencia, y con una propuesta gozosa de valores. Y personalmente, me apuntaría a la propuesta que hizo Pere Vergès: «Si tienes entusiasmo y vibras ante las cosas, y te pasas de vez en cuando el papel de lija de la sensibilidad por las puntas del espíritu, ve en nombre de Dios, que las puertas te serán abiertas «. Pues venga, ¡a abrir puertas!
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